22 abr 2012

La cadena alimentaria y el porqué la gente se toca el pelo

Somos agnósticos. En la familia, ese detalle no ha generado conflictos con los niños que no han pisado iglesia ni escuela confesional. Por ahí la pre adolescente, cuando pequeña, me cuestionó un par de cosas influida por la abuela. Pero las dudas se fueron disipando. El niño, sin embargo, nada. No ha preguntado aún ni por necesidad. Ahora me voy dando cuenta de que uno observa el mundo realmente desde su propia experiencia. Si tenés dos madres o dos padres porque los tuyos son homosexuales, lo habitual es eso aunque estés rodeado de supuesta "normalidad". Sobran los ejemplos de forma de vida que charlamos a menudo.
Mi hijo no ve el asunto de la mortalidad como un paso porque ve animales muertos y para él significa eso, sin vida. La cuestión es más confusa cuando por tu cabeza ha pasado algún sistema de creencias o algo que ya, te habla del más allá, para resumir en pocas palabras.
Ayer comenzó un grupo de scouts. La mayoría está circunscripto en el culto católico. Cuando llegó, feliz porque el grupo era divertido y le enseñaron a treparse a un árbol (vaya que si sabe, pero está bien, le enseñan recaudos) su curiosidad pasó porque hacían algo raro (el saludo de siempre listos, pensamos) y era tocarse el pelo y nombrar a un espíritu santo. No sabe lo que es persignarse, claro.
Hoy, estudiando por enésima vez los ecosistemas y la cadena alimentaria, volvemos a los hechos. El pez grande se manda al pez chico y así. No hay vueltas. La muerte ahí, entre seres vivos carnívoros, herbívoros y onmívoros y la lógica de la vida. El pensamiento concreto y el abstracto al cuál, por su edad, no ha accedido. Su felicidad de niño entre juegos, escuela, amigos y figuras que para él no significan nada.
Como mamá deseo que elija lo que desee: como ir a scout o hacer karate en estos momentos, por ejemplo.
Al resto, al ser buena gente, le llamamos ética.

2 abr 2012

Alguien que quiere laburar

Mi hijo me ha dicho que quiere trabajar. Que con lo que gana no es suficiente. Tiene una lista de precios bajo un cartel que dice "Vendo juguetes usados por mí". Sale con una bolsa de Grimoldi, con sus juguetes, la lista y un empleado al que le paga 2 pesos o 3, según como vaya la venta. Y lo invita a tomar la leche.
Así, con sus ofertas y rebajas, juntó lo suficiente para comprarse el kit de protección para skaters. Si alguien lo ofrece pagárselo, reniega y responde que quiere hacerlo con su plata.
Hoy vino con la novedad: quiero trabajar. Tiene 8 años. ¿Qué podemos hacer má? No sé hijo, ¿y los juguetes? Es que los que me quedan no los quiero vender.
Pensemos. Y propone: vos hacés tortas ricas, las puedo vender. Y los panes y pururú también. ¿Te parece unos muffins? Propongo algo que resulte fácil y rápido. Tenemos pochoclera, él sabe hacerlos solito. Dale, me dice. Y puedo poner un puesto en el jardín y vender los fines de semana. Comienza a soñar y cranear estrategias:
Si quiero un empleado deberá:
  • cumplir una proeza como subite a ése árbol o
  • ganarme en la guerra de pulgares
Padre le explica que no, mejor es si sabe sumar bien y dar los vueltos o no es vergonsozo. El responde: el negocio es mío y yo digo como debe ser.
Gente, me parece que solo cumpliré el rol de cocinera y seré su empleada aunque pierda al treparme a un árbol o en la guerra de pulgares.
Estoy, como los muffins, en el horno.